¿Cuál es nuestra experiencia contemporánea de la naturaleza? ¿Cómo percibir nuestro medio ambiente en la época del antropoceno, es decir, en tiempos en que las actividades humanas alteran al planeta como si fuera una fuerza geológica?

A primera vista, el trabajo de este exposición recuerda algunas estrategias propias del Enviromental Art – Land Art de fines de los años sesenta. En ese momento se indagaban alternativas para una escultura expandida y una reflexión sobre los contenidos del pensamiento ecológico a partir de intervenciones en terrenos baldíos en los límites de los centros urbanos (Earthworks – Robert Smithson) o del traslado de materiales recolectados en espacios abiertos hacia una galería (Richard Long).

No obstante, Andrea Acosta le suma a estas estrategias un enfoque cercano a las representaciones científicas para concentrarse en su propio entorno. Elle abstrae diversos objetos de su cotidianidad, su “paisaje urbano”, para recomponerlos y reinstalarlos bajo criterios cercanos a la historia natural que recuerdan a la geología, la botánica o la taxonomía. El material encontrado y las fotografías hechas en distintas locaciones como Berlín, Bilbao o Bogotá, se clasifican sistemáticamente bajo criterios de tamaño, textura, color o forma. Asimismo ella ensambla algunos de estos objetos con materiales industriales o elabora dibujos que vinculan tramas y patrones, en una especie de representación metódica de su hábitat. De este modo se construye un entorno híbrido en el que coinciden procesos de “destrucción-naturalización” a la vez que procesos de construcción de sentido y de interpretación.

Como lo sugiere el título de esta exposición, a veces hay que tropezar dos veces con la misma piedra nos plantea una experiencia en dos momentos. El primero se trata de una experiencia histórica, la construcción de sentido de unos objetos encontrados que son clasificados y organizados como lo haría la historia natural tradicional. El segundo se dirige hacia una experiencia “pre-histórica” cuando los objetos refieren a una forma natural original. El ejercicio minucioso de categorización termina revelando un equívoco: lo que parecen ser piedras o conchas recolectadas en alguna playa, son en su mayoría los restos de material de construcción o de cerámica que han sido redondeados por el movimiento del mar. Como si se tratara de un mundo que existió, la sensación es la de estar en un ambiente hecho de pequeñas ruinas, de fragmentos de objetos de producción industrial y de bienes de consumo que han sido dejados a merced de las fuerzas naturales.

Esta exposición cuestiona la permanencia del imaginario de un progreso mítico que identifica al desarrollo tecnológico con la evolución de las especies. De este modo la segunda naturaleza, esa segunda capa surgida de la máquina, se presenta ante nosotros tan natural como las formas pre-históricas en las que no había intervenido la mano propia del hombre. Así la historia natural se convierte en una historia cíclica, mítica, en la que los objetos mismos se convierten en vestigios, residuos y fragmentos de la naturaleza.

Oscar Ardila –Curador e Historiador de Arte